Sacado de un sueño negro por un presentimiento, recompongo el lugar sin abrir los ojos.
Cansado de sesiones anteriores: amarillos demasiado verdes, rojos demasiado azules y matices perdidos para siempre.
Atascado en la paleta sucia del pensamiento fragmentado.
Gano el estudio. Unos ojos me miran desde atrás subiendo las escaleras. Una inquietud flota y me sigue paso a paso.
Algo ha cambiado.
Un velo de polvo cubría los lienzos, el caballete y el suelo. En los rincones Las obras de otro tiempo me miran, las fechas centenarias han reemplazado mi firma. Mis cuadros ya pintados por otro. Camino en un velorio. Reproduzco cada uno de los gestos, formas y matices ejecutados por otro. La ansiedad se apodera de mí. Una verdad que ahora trato de olvidar. Ahora nada volverá a ser como antes. Cierra los párpados para que todo vuelva a la normalidad. Sin embargo, ya es demasiado tarde.
Todo queda por pintar.
En el espacio expositivo, las dos paredes silenciosas enfrentadas revelan una expectativa.
Para engañar.
Entro en el espacio por la salida. Me asustó la primera vez. Me imagino un cuadro frente a mí ya mis espaldas siento una presencia.
La espera reversible es de otro.
Compense esta expectativa comenzando de nuevo.
Las diferencias terminan pareciéndose entre sí.
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